Gestión de la transición energética: desafíos, oportunidades y estrategias para empresas

23 jul 2025

La transición energética para empresas es una ventaja competitiva. Te explicamos cómo adaptarte al cambio con soluciones eficientes. ¡Descúbrelo!

Gestión de la transición energética: desafíos, oportunidades y estrategias para empresas

La transición energética, marcada por el cambio de los combustibles fósiles y la adopción de energías limpias y renovables, es un proceso para combatir el cambio climático. Las empresas necesitan comprender el impacto en sus negocios, empleados y clientes.

Por Gabrielle Durisch y Frank Streidl

 

Qué es la transición energética y qué implica

La definición de la transición energética para las empresas es el proceso de cambiar su modelo de negocio y operaciones, dejando de depender de los combustibles fósiles para adoptar fuentes de energía más limpias y sostenibles, como la solar o eólica.

Para las organizaciones, esto implica: reducir su huella de carbono, disminuyendo las emisiones de gases de efecto invernadero; aumentar la eficiencia energética; invertir en energías limpias y renovables; adaptar productos y servicios más sostenibles, así como gestionar riesgos y oportunidades.

En este contexto, la energía vuelve a ocupar el primer lugar en la agenda corporativa.

La guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto los riesgos de una crisis energética en Europa, sin embargo, la situación actual es probablemente sólo un bache en el camino hacia el objetivo de Cero Emisiones Netas (Net Zero) y la transición hacia la retirada de los combustibles fósiles.

Y es que el cambio climático sigue siendo uno de los mayores retos de nuestra sociedad. La pandemia, hace unos años, y el conflicto en Ucrania actual han podido haber disparado los precios de los combustibles fósiles y planteado riesgo de escasez, aunque la transición a una economía baja en carbono es inevitable. Esto además requiere una enorme inversión en energía limpia y un impulso hacia una mayor eficiencia energética a nivel nacional e internacional.

Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), para el año 2050, el panorama energético mundial será muy diferente al que estamos viviendo actualmente: la demanda global de energía será un 8 % menor que la actual, no obstante, servirá a una economía más del doble de grande y a una población de 2 mil millones de personas más. Casi el 90 % de la generación de electricidad puede provenir de fuentes renovables, según la AIE en su hoja de ruta Net Zero.

 

Crisis a corto plazo, visión a largo plazo: adaptación energética

El año pasado nos dio una idea de cómo podría ser una futura crisis energética. Antes del conflicto en Ucrania, los precios de la energía ya estaban al alza. Un aumento en la demanda de forma repentina tras los confinamientos por la COVID-19 provocó apagones, cortes de electricidad y racionamiento en países como China, además de fuertes subidas en el precio del gas utilizado para generar electricidad y calentar los hogares en Europa.

La combinación de la pandemia y el actual entorno geopolítico probablemente tendrá un doble efecto. A corto plazo, el precio de la energía está aumentando, lo que a su vez impulsa tanto la inflación como el aumento del coste de la vida, especialmente en Europa, que depende de Rusia para alrededor del 40% de su gas natural. El conflicto también puede ralentizar esta transición a las energías limpias, ya que los países extienden la vida útil de las centrales eléctricas de carbón o aumenta la fracturación hidráulica y la exploración de petróleo.

A largo plazo, la crisis actual es un recordatorio de nuestra dañina dependencia de los combustibles fósiles y debería aligerar la inversión en energías limpias. Concretamente en Europa, el cambio del gas ruso puede llevar tiempo y podría generar una mayor volatilidad de precios a medida que los países se adapten. Sin embargo, las medidas a corto plazo para reacción a la crisis deberán alinearse con la ambición de mantener el calentamiento global dentro de los 2 °C como máximo, y por debajo de los 1,5 °C, de los niveles preindustriales.

 

Adaptación a los altos costes energéticos

Muchas empresas de todo el mundo están planificando e implementando vías hacia Net Zero. De las 2.000 empresas públicas más grandes del mundo, al menos una quinta parte, es decir, el 21%, ya está vinculado al Net Zero, según la Energy & Climate Intelligence Unit. Una encuesta reciente de Deloitte reveló que casi dos tercios (65%) de las organizaciones creen que están en camino de lograrlo para 2030.

La transición a Net Zero afectará a entidades de todos los tamaños y de todos los sectores, impactando en las operaciones diarias, los empleados así como los clientes. Todo eso implica la adopción de nuevas tecnologías, regulaciones y cambios en la forma en los procesos de  fabricación, transporte y consumo de bienes y servicios.

El abandono de los combustibles fósiles también es probable que genere una mayor volatilidad de precios. Los precios más altos podrían acelerar la adopción de energías verdes y una forma en que se fabrican, transportan, construyan, produzcan los alimentos, etc, más sostenibles. Pero también apoyarán un mayor enfoque en el consumo y la eficiencia energética, con los correspondientes cambios en el comportamiento del consumidor.

Los costos energéticos más altos podrían traducirse en riesgos políticos y sociales, lo que se sumaría a las presiones inflacionarias existentes y podría afectar el gasto del consumidor y el bienestar de los empleados. A medida que la transición energética gane impulso, el enfoque se desplazará al aspecto "social" de ESG, con posibles desafíos de pobreza energética y desempleo en industrias y regiones con altas emisiones de carbono. Las soluciones deben abordar todos los aspectos, desde la reducción de emisiones hasta el suministro de energía asequible y confiable a nivel mundial, al mismo tiempo que se equilibran las necesidades de una fuerza laboral que se adapta a una importante crisis.

 

Caminos inciertos y oportunidades en la transición energética

La transición a las energías renovables ya está en marcha, no obstante el camino por delante está lleno de incertidumbres. Los principales impulsores serán las políticas gubernamentales y los mecanismos de fijación de precios del carbono, que a día de hoy no están bien definidos. Los plazos y las decisiones principales, como qué tecnologías verdes resultarán más exitosas o qué tan rápido se adoptarán, también son difíciles de predecir.

La eliminación gradual de los combustibles fósiles también creará y generará oportunidades, con grandes inversiones y un período de innovación dinámica en sectores como por ejemplo, la energía, el transporte y la construcción. Según la AIE, lograr el net Zero para 2050 puede requerir una inversión energética anual de 5 billones de dólares para 2030 junto a un aumento de la eficiencia energética del 4 % anual hasta 2030. Además, habrá beneficios comerciales y de reputación para los pioneros y las empresas que se adapten más rápidamente a los cambios en el comportamiento del consumidor.

Lo importante es que la inversión de capital futura deberá ser sostenible. La energía se convertirá en un factor aún más importante en las decisiones estratégicas y operativas en el futuro, mientras que se avecinan decisiones difíciles para los activos existentes, como si reemplazar las instalaciones y edificios existentes con alternativas bajas en carbono.

 

El compromiso y la comunicación son clave para el éxito

La complejidad y la incertidumbre de esta transición hacia la energía limpia y el Net Zero requiere comunicación y la participación entre todos los actores de la cadena de valor, incluyendo aseguradoras y gestores de riesgos. Las partes interesadas deberán compartir conocimientos y colaborar para crear soluciones claves.

La generación de energía renovable propia o la adopción de modelos circulares pueden modificar los riesgos patrimoniales y responsabilidad civil. Por ejemplo, cada vez más empresas generan su propia energía renovable o buscan diferentes formas de hacer sus operaciones más sostenibles. Este tipo de acciones pueden cambiar el perfil de riesgo, ya que ajustar los procesos de fabricación para adoptar un enfoque más circular puede tener implicaciones para las empresas que buscan construir instalaciones de captura y almacenamiento de carbono se están entrando en nuevas áreas de riesgo que les serán desconocidas.

El compromiso temprano con las aseguradoras es crucial para comprender los riesgos y crear soluciones. Las aseguradoras pueden proporcionar experiencia y conocimientos intersectoriales, así como datos y herramientas para identificar y cuantificar las exposiciones. Al trabajar con los clientes, la industria puede ayudar a reducir el riesgo de las inversiones en energías limpias y procesos más sostenibles, así como a mitigar las consecuencias sociales y ambientales de la transición.

El rol que ocupan los gestores de riesgos es clave, estando bien posicionados para desempeñar un papel importante en este proceso de transición energética, ayudando a las organizaciones a comprender los riesgos y las oportunidades, y a tomar decisiones informadas que estén bien alineadas con los compromisos de cero emisiones netas y ESG.

A modo de conclusión, la transición energética se convertirá en un factor crítico en las decisiones estratégicas y operativas, y uno debe integrarse en el día a día de los distintos negocios.

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